La cocina ha sido comparada con el lenguaje, como este posee vocablos. “Productos, e ingredientes”. Que se organizan según reglas gramaticales “recetas”, sintácticas “el menú”. Esta analogía funciona para los valores simbólicos que portan ambos sistemas. Por eso Exactamente como el lenguaje, la cocina implica y expresa la cultura de quien la practica. Es depositaria de las tradiciones y de la identidad de un grupo. Constituye, por lo tanto, un extraordinario vehículo de autorreprecentacion y de comunicación, no solo como instrumento de identidad cultural, si no principal camino tal vez para entrar en contacto con culturas diferentes. Por experiencia propia y sujetándome a las palabras de Massimo Montanari, acepto que para muchos es mas fácil comer el alimento de otros, (aunque sea solo en apariencia) que decodificar su lengua. Más aun que la palabra, la comida se presta a mediar entre culturas diferentes, y como soporte para traducir la lengua de un pueblo.
Por esto es muy importante tener en cuenta a la cocina como identidad e intercambio de un pueblo. Muchas veces el miedo a las diferentes influencias, la desconfianza a lo diferente, la intolerancia de la evolución y el creer que siempre estamos protegiendo nuestras raíces, nuestra identidad, nos aísla de algo que la historia nos demuestra a cada segundo. Que las identidades culturales entre ellas las gastronómicas. No están inscriptas en el patrimonio genético de la sociedad y que se modifican y se redefinen inmensamente, adaptándose a tiempos, a situaciones siempre nuevas, determinado por el contacto de culturas e identidades diferentes. La comparación con el otro no solo permite medir, si no también crear.
Conservadoras pero no estáticas, las tradiciones alimentarias y gastronómicas son extremadamente sensibles a los cambios, a la limitación, a las influencias externas.
Por eso es el medio perfecto para compartir, para aprender, para aceptar, para ayudar, para adaptarse. La cocina es el medio perfecto de interacción entre culturas.